domingo, 9 de noviembre de 2008

Érase en San Cayetano, una vez...

Escrito el 7 de agosto del 2008

por Eugenia Mesén


Viviendo en este mundo,
hasta la coronilla confundido,
no les será de sorprenderse,
que aunque no es mucho lo vivido,
yo ya tenga mucho que contar.
Desde que era una mocosa
me sermoneaban por metiche,
no podía yo evitarlo,
me encantaba fisgonear!
Es algo muy curioso,
que sin esfuerzo se me da,
puedo hacer de todo una aventura,
con una gran facilidad.
Para contarle,
mil historias tengo.
No le miento si le digo,
que hasta el más sublime agotamiento.
Sólo que no consideraba,
Ni por la mente me pasaba,
Escribirlas como un cuento.

No es ninguna falsedad,
se lo puedo asegurar,
la historia que usté oirá,
sucedió en la realidad.
En mi memoria tengo,
este cuento fresquitico ¡
con todo detalle,
si no recuerdo mal.
Le sucedió a un coro arrechitico
que una cumbia incluyó en un recital.
Yo al repertorio,
no le vi tanto el problema
el tanate fue la locación,
era nada menos que la Iglesia,
que con una ley,
a la cuestión del canto,
le aplicaba restricción.

En esa circunstancia,
imagínese la conversación,
cuando el Padre,
quizo tener referencia clara,
del repertorio en cuestión!
“A ver, desembuchen,
Cuál es la selección?
Y apúrense, rapidito,
que hoy tengo confesión.”

Queremos ponerle al concierto,
algo de ritmo y sazón,
si le gusta el vals ¡?
Usté nada más ordene,
Moliendo café es un vacilón,
Tenemos una excelente samba
Le va a encantar la afinación.
Qué le parece… Negrita ven!
Eso lo canta el tenor,
Viera que cumbia más buena,
tiene muy buen sabor!


“Ah! Tristeza,
qué barbaridad!
Pero por qué me llevan la contraria?
Ya esto es necedad!
No se les dijo que al templo
no se puede ir a cantar,
ninguna carambada
que no sirva pa’rezar?
Yo no sé qué es la gana
de darme un colerón.
Lo peor es que siento como un mareo,
esto es descomposición!”

Ay! Padrecito
Que no le dé un sofocón,
no ve que nosotros sólo queremos,
entrarle a la canción!
Nosotros en un puro rezo,
esperábamos cambiar la decisión.
Tenemos buenas intenciones,
porqué tanta limitación?
Qué tiene de malo,
hacer un concierto cultural,
somos los mismiticos ángeles cantando
me va a decir que es mundanal!
“Ay, San Cayetano
no te queremos importunar,
déjanos cantar algo profano,
si yo sé que te va a encantar!”

Todos veíamos atentos
desde afuera la corrida.
Ninguno se veía muy ducho!
en aquello de torear.
Qué presentación más discutida!
Pues que allá se agarren otros!
nosotros veníamos a cantar.

No nos presentamos en el templo
por la famosa ley eclesial,
nuestro escenario entonces sería,
nada menos que el salón parroquial.
Tanto alejamiento se debía
sin mucho especular,
a que el machacado concierto,
pues tenía un aire popular.
Ahí orilladitos en la cocina,
nos tocó vocalizar.
Fue cosa difícil,
Salchichón en gallo, picadillo
Arroz con leche y fresco,
A seiscientos la piña,
Servido a trescientos el tamal,
Me dijeron no sea clavo!
Compre, hay que cooperar!
Yo muy reservada,
sin poner un cinco esperaba,
que me dieran de todo
y hasta pa´llevar.

Esperamos tranquilitos,
que acabara la misa.
Qué padrecito pa’ durar!
Unos más serios,
otros muertos de la risa,
con un chiste tras otro,
dejamos el tiempo pasar.
Ya pasaban de las ocho,
la impaciencia es general,
nos dieron la orden precisa,
de que va a empezar el recital.
Que nos oiga el Padre cantando!
Hagámosle un bullón ¡
talvez así abrevie la recolecta
o el sermón.
Una canción tras otra,
empezamos a cantar.
La gente llegaba timidona,
nosotros teníamos mucho de esperar,
pa’ peores desde la puerta se excusaban.
Perdonen!
¡ mucho no me puedo quedar!
No se preocupe pase adelante!
Aunque sea un ratico,
Quédese a escuchar!

Después de la tercera
aquello estaba a reventar.
Otra! Otra! Nos pedía la gente
Lo que fuera pa’bailar!
Invierno en el puerto?
“Muy errendéra”?
Cual, cuál? se quieren animar?
Ay, directora esa partitura?
Cómo se nos fue a olvidar!
Para estas piezas,
en especial,
nos hacia mucha falta entrenamiento.
Iba a ser un berenjenal,
echársela sin partitura
y de memoria,
y sin ningún calentamiento.

Ña Lupe,
nuestra directora,
no dejaba impaciente,
ni un segundo de ver la hora.
No veía el momento de
dar culminación,
aunque para lograrlo ella tuviera,
que capiarse la decoración.
Un ramillete de cintas viejas
y bombas de color,
que le pegaban en la cara,
si se acercaba mucho
al lado del tenor.
De pronto¡ muchas gracias! Dijo:
por poner tanta atención!
Esperamos que muy pronto,
talvez en navidad,
con otro repertorio,
nos hagan otra invitación.

Esto si mal no recuerdo,
ocurrió allá por el dos mil ocho.
Siglo veintiuno, una gran civilización ¡
En aquel momento aunque le sorprenda,
la Iglesia continuaba subsistiendo,
con semejante prohibición.
En aquella circunstancia,
si me preguntaban,
ni yo le tenía explicación!.
Esperé que con los nuevos tiempos
La Iglesia se encontrara de frente,
algún día con la modernización.

La vaina es que yo,
ni siquiera lo discuto.
A mi el asunto ni me viene, ni me va.
No es que no le dé importancia,
Es que yo no me meto con naide,
allá cada quién su realidad.
Yo hice con mis gϋilas mi parte,
de a como me enseñaron, enseñar.
Les instruí que en este mundo tan sabroso
y tan ricamente desigual.
Hay una palabra clave…
Que’s simple y llanamente
TOLERAR.

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