domingo, 9 de noviembre de 2008

El antes, el durante y el después

Creado el 16 de agosto del 2008


por Eugenia Mesén


En esta fecha, volvimos a Coronado. Conforme se acerca la hora todos empezábamos a llegar, se llevaría a cabo la inauguración del Salón Comunal. Aparte de los saludos de costumbre, los besos y abrazos vienen y van, como cuando se va reconociendo a la familia, un cómo estás o cómo te fue con aquello ¡? Para no perder detalle de los últimos dos días en que no nos vemos después del ensayo del jueves.

Sin mucha tardanza revisamos el programa, que cada pieza quede ocupando el orden correcto en la carpeta, así evitamos que en media presentación suene aquello como chupadero de caña al momento de buscar la partitura.
El concierto de hoy tiene un repertorio en su mayoría popular, cantaremos “moliendo café”, “tristeza”, “prende la vela”, “pampa”, “bella”, dos piezas sacras “Ave verum” y “Alleluia” para no alejarnos de la bendición celestial y los estrenos de la tarde “ Muié renderá” y “Se equivocó la Paloma”.
Con esta palomita! Ha pasado de todo. Ya sea al ensayo o al concierto, los hombres nunca la fallan en llevar, algunas mujeres la dejan olvidada, otras de memoria bien la pueden recordar, por accidente a alguien se le moja y entonces no la puede usar, alguna la pide prestada mientras tanto, sólo para ensayar. Me advierten que si duda mi paloma, mejor pregunte qué hacer -¡Cuánto lo siento es que el jueves no pude ir a ensayar!- Lupe mejor me la canta rapidito, y en el vuelo, en picada, la logro agarrar! Me preocupa que durante el concierto no sólo meta yo las patas, o que me vaya a ir de buche hasta el flequillo? Si en algún aleteo me equivoco, les prometo de inmediato, cerrar lo más pronto que yo pueda… mi piquillo!

Tenemos una hora antes de la presentación. Sentados a lo largo de la mesa, elegantes de negro vestidos, a pierna cruzada, tomamos té de jengibre cargadito y saboreamos chocolates con almendra. Conversamos del arte del canto y sus menesteres, del que no pudo almorzar, del que viene tarde o del que no va a llegar, del corte de pelo, de los aguaceros, de los esbarrumbos, y menudencias así por el estilo. Refinados, con un porte que se podría apreciar en la más distinguida aristocracia, en ese momento, le puedo asegurar, que podríamos estar en un café, una tarde de verano, en una calle de París y sin desentonar.

Al fondo en la cocina, se oyen los preparativos. Entran y salen por la puerta. –“Qué faltó azúcar, que no hay servilletas!- Alguna taza rebotando por el piso, el chorro de agua del fregadero llenando el percolador, un tenedor picoteando el suelo y alguien que se queja del dolor de espalda, lleva varias noches con un “aigre” que no es jugando!
Ya me huele a cafecito fresco. Servirán queque de zanahoria, sanguchito de pepino y no quiero ser delicada, pero espero que sea de pollo la empanada.
No pueden faltar los confitillos chinos de jengibre, Juanka ya los empieza a repartir.
Se reparten las bufandas, esta tarde sopranos de amarillo, contraltos con el rosa, tenores de verde y bajos con el azul. Haremos un ensayito rápido, para no perder durante el vuelo a la paloma. Cada cuerda se apartará luego para vocalizar. Todos venimos de mundos diferentes, sin embargo nos enganchamos aquí durante tres horas y hasta más, para darle forma al cuerpo completo del prestigioso Coro Alfa y Omega.
Hay aún muy poca gente, el concierto es una ceremonia a pesar de la informalidad, mientras la encargada nos presenta como si fuéramos los primos que vinimos a cantar en la sala de su casa, desde afuera Lupe como si estuviera en el zaguán, la anima a que siga hablando para que le dé tiempo a la gente que sigue llegando.
Empezado el concierto, desde el inicio hasta el final no podemos ni parar, las instrucciones son precisas, -¡aflójense, síganme, échense al agua que yo floto¡ -qué alentador!- Como siempre en el público tenemos de todo, desde la persona que sabe todas las respuestas a las preguntas geográficas que Lupe hace, la chiquilla que baila que se intimida cuando ya se le pone atención, la que se entusiasma, la que no expresa absolutamente ninguna emoción y hasta bosteza, hasta la abuela que no se conforma con escuchar al coro y se atreve a pedir que cante Lupe.
Después de que hemos logrado recorrer salvos de orilla a orilla el concierto, ya relajados, de nuevo sentados a la mesa, esperamos a que nos sirvan el refrigerio. Alguien por ahí le coquetea a la mesera, que a duras penas retiene en la memoria que en ese lado de la mesa son cinco cafés y dos frescos. -“ Mamita traiga lo que quiera, aquí nosotros nos repartimos, no se preocupe! La cosa es que traiga algo! Porque con la garganta seca viera qué difícil que´s tragar!-.

Muchos pensarán que el aplauso del público es nuestra recompensa final, PERO NO!
Ese aplauso es tan sólo una parte de nuestro gran premio. La verdad es que la satisfacción del deber cumplido, nos la da el pelómetro de Lupe cuando de 1 a 10, marca hasta 18 y en el “adoramos” marca hasta 23!
Cuando nos sonríe, aliviada o sorprendida. Cuando aunque haya tenido que sudarla, ve su esfuerzo, a veces su pesadilla! convertida en sueño, en camino de hacerse, por fin, una realidad.

En esta oportunidad, no dudo en decir, que lo que más me ha gustado es que muchos buscan anécdotas para mí, indicándome entre risas que la ocurrencia estuvo buenísima y que no la puedo dejar de escribir. “Todo lo que digan puede ser usado en su favor o en contra”, hago el chiste con algunos. De ahora en adelante, será algo que ya no podré evitar.
-¿Qué tendrá esta mujercita en la cabeza?- Algunos me preguntan -“Apenas estoy empezando -les digo- ni se imaginan todo lo que me falta por contar ¡”-.

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