domingo, 9 de noviembre de 2008

Presentación del Coro Alfa Omega with The Radcliffe Choral Society en la church de Coronado

28 de junio del 2008
por Eugenia Mesén

Durante los tres meses anteriores; por lo menos desde que yo me colé en esta mejenga, no escuchaba nada más que del momento en que llegara al país el prestigioso coro y aunque eran cuarenta entre gringas, indias y latinas, las asiáticas eran sólo como tres, terminaron por darle el nombre al grupo. Como todo buen nombre, ellas tenían apellido y no uno cualquiera, eran nada más y nada menos que “las chinas de Harvard”.
Discurrieron nuestros días entre los dimes y diretes. “Las chinas esto, las chinas aquello, allá y acuyá”, iban y venían los planes de una gran acogida, ni para qué decir las discusiones de donde darles la dormida.

Como me dijeron que el coro tenía más de cien años, descarté los trabonazos y algunos de los trucos a los cuales podrían recurrir a pesar de la gran experiencia, pues las precedían 30 giras nacionales, 8 giras internacionales y se hablaba de ellas por su notable interpretación y por la calidad del repertorio. Permanecí pensando,” hasta no ver, no creer”.

El espasmo se me dió cuando por fin las vi, tenían menos de 110 años, dominaban el tejemaneje del espacio, mostraban confianza en la campo, excelente técnica, muy certeros toquecitos del balón y un canchón que sólo lo da , por supuesto, el fogueo internacional.

El viernes, la tan esperada noche había llegado. ¡ Nos habíamos preparado tanto!. Jugabamos por fin con “ las chinas de Harvard”. Estrenábamos uniforme, el repertorio había sido cuidadosamente seleccionado, las jugadas de pizarra vistas en los ensayos previos habían sido claras y precisas, nada podía fallar. Esa era nuestra meta.

Como entre la una y la otra de la tarde de ese mismo día, tuvieron la oportunidad de hacer un reconocimiento de la cancha a puertas cerradas. La instructora estudiaba las posibles alineaciones, “ más atrás¡, más adelante¡, en subida¡ o en bajada¡”, las colocaba de manera que pudiera verlas a todas desplegadas, tomando en cuenta acomodar cerca de la puerta las cuatro bajas que mantenía por flojedad del vientre. Repasaban un pedacito nada más de cada jugada, se notaba que sabían perfectamente todas las faenas al dedillo y después de un breve ensayo y una fugaz meditación, finalizaron haciendo remolinos con las manos posiblemente para entrar o despertar del trance.

Sin empezar aún el juego, la nacional apaciguaba al contendiente en una guerra estomacal. En el “rancho de doña Tina” las chinas se rellenaban de arroz con pollo, con palmito y ensalada repitiendo por partida doble; todo esto, antes de empezar con la jugada; después como si eso no fuera suficiente quedaron listas para el doping con una dosis peligrosa envuelta para regalo de chocolates y café. Demasiado menú para nosotros que antes de cada exhibición, no comemos ni ¡galletas!.

En el pasillo a los baños pululaban las damas a medio vestir, haciendo malabares sobre una laguna majestuosa y pestilente de adivinen qué!. Yo que agonizaba ya por usar el baño, toqué la puerta con agobio, y una voz me contestó “yo estarr aquí”, tardé varios segundos en hacer la traducción, repasando todos los libros de mi curso avanzado de inglés. Después cuando me di cuenta de que me había ¡hablado en español!, ¡callé! aguanté las ganas con abnegada sumisión y con orgullo esperé a que se me pasara el vergϋenzón.

En la Iglesia Lupe caminaba ávida e impaciente, recorriéndonos a todos, como contando los pollitos, advirtiendo que nos tenía bajo la mira!. Se movía para allá y para acá con esa incertidumbre que va poniendo la boca seca, ¡buscaba un confitillo¡ yo listísima le ofrecí uno de inmediato, aunque decidí que era mejor no mostrarle en donde me los guardo a falta de bolsa en la camisa, para no provocar alguna conmoción.
-¡Pucha! Ya era la hora y la gradería no se llenaba, “-¡ todo el mundo sabe que jugamos a las siete ¡”, nos decía, “¡ hay que esperar!-”.
Lo que ella no sabía era que entre “una que va y otra que viene”, el periódico anunciaba el encuentro para el “sábado 28” seguro del próximo año.

Al inicio, al borde de la cancha, la congoja le chorriaba a Lupe desde la cabeza, más abajo y todavía más allá.

En el escudo - corona! A la tricolor le tocó llevar la pelota en el primer tiempo, las “chinas” nos observaban peligrosamente desde atrás!. Nuestra ejecución se fue desenvolviendo de la manera habitual, pasecitos, toquecitos, jupitas lo normal!. “¡Ave verum” qué piezononón!”. Los gestos de Lupe nos daban el compás entre aliviada y sorprendida. “Si no nos va bien con el cantate, mejor jubilate, no sea que se nos ofenda la Regina!”
De pronto, ¡ave maría! Lo que nos faltaba, entró un zagϋate corriendo trás la bola, los tenores y los bajos corrían tras el perro¡, las sopranos tras la bola y las contraltos en jadeo no sabíamos a quien seguir¡”; entre sus fauces era jugada de pelota muerta!. A pesar del trote y el galope, el desconcierto que esto nos causó, se enderezó cuando el revuelto animal a como entró, salió! José como buen guardameta nos atajaba todo lo que humanamente podía, se estiraba para sostenernos cuando el peso se hacía demasiado. Algunos espectadores ni siquiera advirtieron la espeluznante aparición y nosotros de nuevo con el balón en mano, como si nada hubiera pasado “¡Alleluia!” respiramos para terminar.

En el segundo tiempo las “chinas” ingresaron al terreno de juego. Abriéndose a sus anchas, entraron por los dos laterales de la cancha, intimidando! Empezaron con tiros de esquina, en un cruce defensivo desde la línea de fondo se turnaban para hablar, movilizada la defensa, mandaron un pelotazo largo a toda velocidad, desde el renacimiento hasta el siglo veinte, una jugada tras otra, la pelea era ardorosa¡.

En un saque de banda se lanzaron con la mejor de las jugadas, una jugada “sin palabras” la pelota estaba en el área, fue centro, atrás, tiro, vino el rechazo y ¡GOOOOL! Qué manera, magistral, yo no recordaba ni cómo me llamaba, cerré los ojos para salirme por entero de mi cuerpo en aquel mar de gloriosas voces, tuve una experiencia metafísica y celestial!.

Pude aprender ese día muchas cosas, que interpretación final significa seis canciones después, que no hay nada como la disciplina y la concentración, que gozar y deleitarse con lo que se hace, convierte una partitura en un milagro, una nota en una llave que puede abrir la puerta más cerrada, una voz en un instrumento capaz de traspasar la piel a lo más profundo de nuestro ser.

Descubrí que por alguna razón especial, estamos aquí, viviendo juntos un sueño. Que cantar y estar en el coro con ustedes es exactamente el lugar en el que yo quiero estar, que surja de nosotros ese sonido final es algo único y excepcional.

“Señoras y señores¡”, termino diciendo que después de muchos comentarios y de propia apreciación, el marcador quedó uno a uno, en empate glorioso, gracias al desempeño de nuestros tenores y bajos que hicieron la gran diferencia, dándonos lo que a otros les falta. ¡ELEGANCIA, POTENCIA Y SEÑORÍO!

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