domingo, 9 de noviembre de 2008

Presentación del Coro Alfa Omega with The Radcliffe Choral Society en la church de Coronado

28 de junio del 2008
por Eugenia Mesén

Durante los tres meses anteriores; por lo menos desde que yo me colé en esta mejenga, no escuchaba nada más que del momento en que llegara al país el prestigioso coro y aunque eran cuarenta entre gringas, indias y latinas, las asiáticas eran sólo como tres, terminaron por darle el nombre al grupo. Como todo buen nombre, ellas tenían apellido y no uno cualquiera, eran nada más y nada menos que “las chinas de Harvard”.
Discurrieron nuestros días entre los dimes y diretes. “Las chinas esto, las chinas aquello, allá y acuyá”, iban y venían los planes de una gran acogida, ni para qué decir las discusiones de donde darles la dormida.

Como me dijeron que el coro tenía más de cien años, descarté los trabonazos y algunos de los trucos a los cuales podrían recurrir a pesar de la gran experiencia, pues las precedían 30 giras nacionales, 8 giras internacionales y se hablaba de ellas por su notable interpretación y por la calidad del repertorio. Permanecí pensando,” hasta no ver, no creer”.

El espasmo se me dió cuando por fin las vi, tenían menos de 110 años, dominaban el tejemaneje del espacio, mostraban confianza en la campo, excelente técnica, muy certeros toquecitos del balón y un canchón que sólo lo da , por supuesto, el fogueo internacional.

El viernes, la tan esperada noche había llegado. ¡ Nos habíamos preparado tanto!. Jugabamos por fin con “ las chinas de Harvard”. Estrenábamos uniforme, el repertorio había sido cuidadosamente seleccionado, las jugadas de pizarra vistas en los ensayos previos habían sido claras y precisas, nada podía fallar. Esa era nuestra meta.

Como entre la una y la otra de la tarde de ese mismo día, tuvieron la oportunidad de hacer un reconocimiento de la cancha a puertas cerradas. La instructora estudiaba las posibles alineaciones, “ más atrás¡, más adelante¡, en subida¡ o en bajada¡”, las colocaba de manera que pudiera verlas a todas desplegadas, tomando en cuenta acomodar cerca de la puerta las cuatro bajas que mantenía por flojedad del vientre. Repasaban un pedacito nada más de cada jugada, se notaba que sabían perfectamente todas las faenas al dedillo y después de un breve ensayo y una fugaz meditación, finalizaron haciendo remolinos con las manos posiblemente para entrar o despertar del trance.

Sin empezar aún el juego, la nacional apaciguaba al contendiente en una guerra estomacal. En el “rancho de doña Tina” las chinas se rellenaban de arroz con pollo, con palmito y ensalada repitiendo por partida doble; todo esto, antes de empezar con la jugada; después como si eso no fuera suficiente quedaron listas para el doping con una dosis peligrosa envuelta para regalo de chocolates y café. Demasiado menú para nosotros que antes de cada exhibición, no comemos ni ¡galletas!.

En el pasillo a los baños pululaban las damas a medio vestir, haciendo malabares sobre una laguna majestuosa y pestilente de adivinen qué!. Yo que agonizaba ya por usar el baño, toqué la puerta con agobio, y una voz me contestó “yo estarr aquí”, tardé varios segundos en hacer la traducción, repasando todos los libros de mi curso avanzado de inglés. Después cuando me di cuenta de que me había ¡hablado en español!, ¡callé! aguanté las ganas con abnegada sumisión y con orgullo esperé a que se me pasara el vergϋenzón.

En la Iglesia Lupe caminaba ávida e impaciente, recorriéndonos a todos, como contando los pollitos, advirtiendo que nos tenía bajo la mira!. Se movía para allá y para acá con esa incertidumbre que va poniendo la boca seca, ¡buscaba un confitillo¡ yo listísima le ofrecí uno de inmediato, aunque decidí que era mejor no mostrarle en donde me los guardo a falta de bolsa en la camisa, para no provocar alguna conmoción.
-¡Pucha! Ya era la hora y la gradería no se llenaba, “-¡ todo el mundo sabe que jugamos a las siete ¡”, nos decía, “¡ hay que esperar!-”.
Lo que ella no sabía era que entre “una que va y otra que viene”, el periódico anunciaba el encuentro para el “sábado 28” seguro del próximo año.

Al inicio, al borde de la cancha, la congoja le chorriaba a Lupe desde la cabeza, más abajo y todavía más allá.

En el escudo - corona! A la tricolor le tocó llevar la pelota en el primer tiempo, las “chinas” nos observaban peligrosamente desde atrás!. Nuestra ejecución se fue desenvolviendo de la manera habitual, pasecitos, toquecitos, jupitas lo normal!. “¡Ave verum” qué piezononón!”. Los gestos de Lupe nos daban el compás entre aliviada y sorprendida. “Si no nos va bien con el cantate, mejor jubilate, no sea que se nos ofenda la Regina!”
De pronto, ¡ave maría! Lo que nos faltaba, entró un zagϋate corriendo trás la bola, los tenores y los bajos corrían tras el perro¡, las sopranos tras la bola y las contraltos en jadeo no sabíamos a quien seguir¡”; entre sus fauces era jugada de pelota muerta!. A pesar del trote y el galope, el desconcierto que esto nos causó, se enderezó cuando el revuelto animal a como entró, salió! José como buen guardameta nos atajaba todo lo que humanamente podía, se estiraba para sostenernos cuando el peso se hacía demasiado. Algunos espectadores ni siquiera advirtieron la espeluznante aparición y nosotros de nuevo con el balón en mano, como si nada hubiera pasado “¡Alleluia!” respiramos para terminar.

En el segundo tiempo las “chinas” ingresaron al terreno de juego. Abriéndose a sus anchas, entraron por los dos laterales de la cancha, intimidando! Empezaron con tiros de esquina, en un cruce defensivo desde la línea de fondo se turnaban para hablar, movilizada la defensa, mandaron un pelotazo largo a toda velocidad, desde el renacimiento hasta el siglo veinte, una jugada tras otra, la pelea era ardorosa¡.

En un saque de banda se lanzaron con la mejor de las jugadas, una jugada “sin palabras” la pelota estaba en el área, fue centro, atrás, tiro, vino el rechazo y ¡GOOOOL! Qué manera, magistral, yo no recordaba ni cómo me llamaba, cerré los ojos para salirme por entero de mi cuerpo en aquel mar de gloriosas voces, tuve una experiencia metafísica y celestial!.

Pude aprender ese día muchas cosas, que interpretación final significa seis canciones después, que no hay nada como la disciplina y la concentración, que gozar y deleitarse con lo que se hace, convierte una partitura en un milagro, una nota en una llave que puede abrir la puerta más cerrada, una voz en un instrumento capaz de traspasar la piel a lo más profundo de nuestro ser.

Descubrí que por alguna razón especial, estamos aquí, viviendo juntos un sueño. Que cantar y estar en el coro con ustedes es exactamente el lugar en el que yo quiero estar, que surja de nosotros ese sonido final es algo único y excepcional.

“Señoras y señores¡”, termino diciendo que después de muchos comentarios y de propia apreciación, el marcador quedó uno a uno, en empate glorioso, gracias al desempeño de nuestros tenores y bajos que hicieron la gran diferencia, dándonos lo que a otros les falta. ¡ELEGANCIA, POTENCIA Y SEÑORÍO!

Maicol nos esperaba en el Rosario de Purral

4 de octubre del 2008
por Eugenia Mesén

Que escriba para el lunes?
Qué exageración ¡
Ahora estoy en un aprieto,
no soporto la presión¡
Que escriba para el lunes,
Creen que es así no más?
Escribir es como un parto.
Ténganme piedad ¡

No pude evitarlo. La primera “contracción” me dio llegando a Aserrí, ya en Tarbaca cada tres segundos me venía una oración. Tuve que parar dos veces a la orilla del camino, buscando un buen lugar donde, por si acaso, no me aterrara un “paderón”.

Carajo¡ No encuentro el lapicero,
Se me va a ir la inspiración!

Llegando a la casa a eso de las diez. Ni siquiera tuve tiempo de calentar la cena, alcancé a comerme un cereal a la carrera, frente al monitor.
Solito al teclado me “chorreaban” por las manos, los detalles por montón !

Apunte lo que oiga y vea,
me dice, Jorge, en el salón.
Empezaré porque el bus no llega,
se habrá perdido el señor?
Tranquilos¡
Ensayemos¡ dice Lupe.
No nos agϋevemos ¡
que lo más que puede pasar,
es que no lleguemos a cantar.

Después de 40 minutos de espera aparece un microbús, era poco probable que nos pudiera llevar a todos. En efecto nueve quedamos afuera, que nos repartimos al final, en el carro de Lupe y Luis. Estábamos ya bastante retrasados. Está lloviendo, pero de alguna manera tenemos que llegar. En la buseta viaja la mayoría, según los comentarios, en pelota se divierte uno más, me han dicho que me perdí de todo el vacilón; pero no se crean, en el carro también hay diversión.

Nos toca viajar con Lupe.
Nos acomodamos,
en el asiento de atrás.
Todas flacas y no cabemos,
aquello es una maraña,
no se pueden imaginar.
Por sobre el respaldo,
Beleida y Laura se tiran para atrás,
después por encima de Andrea
y de mi misma,
las confisgadas se quieren regresar.
Hueso con hueso
contra Beleida
voy todo el camino.
Tengo un cardenal en la pierna ¡
Que no se los puedo enseñar.
Aguántense un poquito
Orititica estamos allá¡
Claro¡
eso lo dicen Lupe y Ana,
Que van adelante, solitas!
Y sin nadie a la par!

La buseta iba soplada por la Iglesia de Purral, nosotros íbamos por las lomas, pero por las lomas, el Bar. Seguiremos por el Alto, otra ruta tomaremos, ni a la calle del Matadero ni a los Cuadros entraremos.
Cambia mucho el panorama, de noche todo es oscuridad¡ se ven más encerradas las casas conforme nos acercamos al Rosario de Purral.
Ya son las siete en punto, cuando logramos llegar la misa está saliendo y como ya hay alguna gente en el salón, debemos formarnos de inmediato.

El maestro que nos guía
se perdió en la dirección,
que no entendió el dibujito,
hay rumoración.
El próximo será en pentagrama,
en cada esquina un buen calderón,
se la podemos graficar más despacio
y en el sitio indicado,
ponerle una clave se sol.
Ay, don Jóse,
Cuando usted no está,
Lupe se ayuda con un silbador.
Hacemos lo que se puede,
al final se logra afinación.
Pero no es lo mismo sus notas,
A ese pitillo chirriador!

No hay muchos espectadores. Purral es un pueblo marginado, como muchos otros del país. La gente no quiere salir de sus casas debido a la inseguridad. ”Les advirtieron que venían a Purral? Cuando tengan gusto de volver, unos guardas podemos contratar” le dijo a Angélica una pareja del lugar, no sé cómo pudo contestarles, yo definitivamente me hubiera puesto a llorar.

Están muy agradecidos por nuestra visita, una señora emocionada, dijo que – que la habíamos hecho sentir como en el Teatro Nacional.

Apenas entrando un chiquitillo como de dos años, no deja de llorar, a Edwin todavía ni se le entiende al hablar. Lupe le conversa y lo endulza en un instante, me recuerda que de alguna manera todos necesitamos cariño, que nos pongan atención. Unos llorando, algunos en canción, otros escribiendo y en el caso de Maicol, en la dirección.

Qué chiquillo tan bonito¡
tan ingenuo, es un amor¡
A pesar de las noticias,
hay gente muy buena,
me consta ¡sí señor!
Está invitado esta noche a dirigir,
ni lerdo ni perezoso a la primera llamada,
Maicol dice que sí.
Primero timidillo,
casi no se quiere ni mover,
después desmadejado,
qué cadera¡, se nos va a descomponer.

Terminando la primera pieza,
sale corriendo para el baño,
lo traiciona el pantalón.
Vuelve paliditico.
Café con leche y buena azúcar,
le tiembla el cuerpo,
se le bajo la presión!
Agarrando color y aire,
está listo para la siguiente canción.
Cómo lo disfrutamos nosotros¡
rompiendo el protocolo,
le aplaudimos al director.

Maicol Steven Dávila Fonseca, 10 años, vecino del Rosario de Purral, para más información. Estamos seguros de que jamás se borrará de su memoria el coro, ni nosotros olvidaremos esa noche de tanta bendición.

Nos atendieron con gran esmero,
Un delicioso arroz con pollo y frijolitos
Qué repollo más finito!
le llama a Vicki la atención.
Ana quiere más ensalada,
Cambiamos de plato, por favor?
Cuál será el secreto?
Dice la cocinera,
muy modesta,
que es sólo ponerle mucho amor.
El azafate es un pedazo de puerta.
El refresco servido en vasitos,
viene en pecera.
Café negro, café con leche,
estamos para servirles.
Es un honor ¡

El entorno no oculta el desconsuelo. Alrededor matorrales y basureros. Las ventanas cierran desde dentro con lata y con candado, es de metal toda la edificación, todo está enrejado, hay mucha protección. Que es peligroso dejar el carro afuera! No lleven cosas de valor! Que en esta pesadumbre nosotros llevemos un rato de entretenimiento y distracción.
Es sencillamente un milagro, para nosotros una distinción.
Lograr esto es nuestro premio.
Lugares como estos son nuestra razón.

Aunque venimos
en el bus gozando,
A veces es mejor reírse,
para no llorar.
Creo que son los nervios,
por las referencias del lugar.
Sin embargo,
estoy segura que aprendimos,
enterita la lección.
Dar de lo que se tiene,
debería siempre darse sin condición.
Que se lo agradezcan a uno,
como ellos lo hicieron,
Compañeros¡
no tiene comparación.

Para el pueblo del Rosario de Purral,
nuestra visita no tiene precio.
Dicen, que no tienen con qué pagar.
Si supieran que somos nosotros,
los que esta noche llevamos,
el corazón repleto,
a reventar!

La visita del coro a Vuelta de Jorco

6 de Julio del 2008
Por Eugenia Mesén

Aunque bíamos tenido algunos días de aparente calma, como era de esperar, el sábado se desgajó a llover una torrentada. Empecé a entrar en la pensadera por los que venían, por las incontables güeltas y por el aceite que botan los buses en la carretera, que si lo botan es porque no lo necesitan, dice el mecánico de las busetas de Turrujal.

En la mañana supe que arriba, en el Resbalón, el baldazo bía chuncherequiado la empinada calle, camino a Parrita. La gente había tenido que apeasen de los buses y abajasen a puro freno e’ talón.

La semana anterior, en la calle que sube a la Escalerilla, se había cáido un paderón y mentaban que el esbarrumbo era de persinasen. A la gente le daba caracajada pasar en carro y era común escuchar: -“¡pére p’ apiame! ¡Más mejor sigo a pata!”-, aunque acabaran curtiditicos por el barro.

Los barrios de Tablazo Abajo, Chirraca y Agua Blanca estaban cagaditicos del susto porque el Río Jorco abajaba enrevuelto y sucitico.

Antes de las cuatro, aún sin noticias de qué se bían hecho las esperadas visitas, empecé por las tortillas. A las cuatro y media acaté llamar a Salvador. Él, junto con Olga, Eugenia, Jennifer y Lucía, venían por Tarbaca. En su carro la tercera palabra. Yo, entre una tortilla y la otra, ya iba como por la sexta. -“Dígame en dónde tengo que parar”- me dijo, pero como la calle lo traiba, sólo le dije: - ¡Baje con cuidado!-. Yo, después de trece años, sólo me monto al carro y dejo que la calle se me venga encima. Me voy capiando las curvas, las casas, los árboles de las orillas, los vaiderrumbos, matorrales, zorros y de cuando en vez, redepente, una vaca.

Luigina y Miguel sin mi teléfono se pasaron nada más tres kilómetros de mi casa y fueron a dar a Agua Blanca a la “Choza de Chepe”, un miembro activo del Patronato Escolar que sirve muy buenas bocas y cuando hay karaoke, si uno se la juega cantando, las birras son gratis.

En las puertas de la Iglesia de Jorco, el olor a aceite de churros con chuzo de carne y agua de caño invitaba a la convulsión; los sudores con perfume, las minifaldas, los escotes, las cadenas (claro, de las que dejan la nuque negra después de una buena sudada), las gorras de lana de la Liga o de Saprissa y los pantalones con el tiro en las rodillas predominan en la pasarela. Se necesita para completar el chainiado un buen pelo largo, ojalá de colochos con buen aceite para que siempre parezca húmedo, una cerveza en la mano o una pachita de Cacique en la bolsa de adelante o de atrás del aguado pantalón.

Todo revuelto en las esperadas fiestas de la iglesia. En Jorco igual que en Acosta y otros pueblitos más pequeños en los derredores, no hay nada qué hacer. Así que un turno, un choque o un pleito sirven igual para lograr un aprete y hasta para encontrar marido… Uno nunca sabe.

Afuera tuve que comprarme un tamal para recuperar el resuello. La vendedora nos florió diciendo que aparecíamos como zonchos pero que cantábamos como angelitos, todo esto mientras meneaba cadenciosamente la barrigota al ritmo del taka-taka de una rocola en un chinamo no muy lejano. Al final me preguntó que si ocupaba un fresco pa’ bajame el tamal, pero yo ya tenía agua y me pareció más mejor porque sólo le quedaban vasos de atol.

Dos chiquillos me salieron al paso: -“¡Doñita, le doy cinco números de a cien pesos! ¡Vea, los últimos! ¡Estamos rifando una gallina enjarrada envuelta en hoja, pa’ ayudar a mi mama!”- Aún no sé qué número salió… No sé si yo me la pegué.

Ya en la iglesia, la primera palabra se desenvolvió en un bullicio mortal, que parecía ir de mal en pior. Yo que podía ver a las doñas, sacaban menudo dentre las bolsas, apartando la del bus y repartiendo para comprarle a la mocosa llorona el algodón de azúcar; la otra se pintaba la boca de rojo pasión y se remarcaba con “más precisa” las cejas con un lápiz negro chiquititillo. -“¡Cáise!”- le dijeron a la güila mientras le soplaban los mocos que se chupaba a más no poder y le “jaloniaban” el vestido pidiéndole que tuviera “jundamento”.

A la salida del refrigerio, el panadero me dijo que conocía a alguien en Acosta igualitico a mí. -“Don Cayetano, claro que usted me conoce. Yo soy Eugenia, la de la vuelta”. “¡Ay mirá, si es la señora de los perros! ¡Qué afanada! ¡Es que usté le hace a todo! ¡Tan entendida! ¡Quien la ve cantando, con esa carita!”- Yo espero que eso haiga sido un cumplido.

Mi carro, que había quedado al fondo del callejón, formaba una esquinilla oscura con un basurero y tres tipos hacían fila pa’ miar en una de mis llantas. -“¡Jalando, jalando a miar al cerco”- exclamó enfurecida la princesa. Después caí en cuenta de lo mucho que he cambiado… ¡Si me oyera mi tata!

En fin, esto es el pueblo y a mí ya nada me sorprende. Al contrario creo que es por esto que me gusta vivir aquí. Valoro cada gesto, cada pensamiento. Agradezco la posibilidad que le dimos a éstas personas de conocer que allá afuera existe un mundo más grande que los cerros de Vuelta de Jorco de Aserrí.

Érase en San Cayetano, una vez...

Escrito el 7 de agosto del 2008

por Eugenia Mesén


Viviendo en este mundo,
hasta la coronilla confundido,
no les será de sorprenderse,
que aunque no es mucho lo vivido,
yo ya tenga mucho que contar.
Desde que era una mocosa
me sermoneaban por metiche,
no podía yo evitarlo,
me encantaba fisgonear!
Es algo muy curioso,
que sin esfuerzo se me da,
puedo hacer de todo una aventura,
con una gran facilidad.
Para contarle,
mil historias tengo.
No le miento si le digo,
que hasta el más sublime agotamiento.
Sólo que no consideraba,
Ni por la mente me pasaba,
Escribirlas como un cuento.

No es ninguna falsedad,
se lo puedo asegurar,
la historia que usté oirá,
sucedió en la realidad.
En mi memoria tengo,
este cuento fresquitico ¡
con todo detalle,
si no recuerdo mal.
Le sucedió a un coro arrechitico
que una cumbia incluyó en un recital.
Yo al repertorio,
no le vi tanto el problema
el tanate fue la locación,
era nada menos que la Iglesia,
que con una ley,
a la cuestión del canto,
le aplicaba restricción.

En esa circunstancia,
imagínese la conversación,
cuando el Padre,
quizo tener referencia clara,
del repertorio en cuestión!
“A ver, desembuchen,
Cuál es la selección?
Y apúrense, rapidito,
que hoy tengo confesión.”

Queremos ponerle al concierto,
algo de ritmo y sazón,
si le gusta el vals ¡?
Usté nada más ordene,
Moliendo café es un vacilón,
Tenemos una excelente samba
Le va a encantar la afinación.
Qué le parece… Negrita ven!
Eso lo canta el tenor,
Viera que cumbia más buena,
tiene muy buen sabor!


“Ah! Tristeza,
qué barbaridad!
Pero por qué me llevan la contraria?
Ya esto es necedad!
No se les dijo que al templo
no se puede ir a cantar,
ninguna carambada
que no sirva pa’rezar?
Yo no sé qué es la gana
de darme un colerón.
Lo peor es que siento como un mareo,
esto es descomposición!”

Ay! Padrecito
Que no le dé un sofocón,
no ve que nosotros sólo queremos,
entrarle a la canción!
Nosotros en un puro rezo,
esperábamos cambiar la decisión.
Tenemos buenas intenciones,
porqué tanta limitación?
Qué tiene de malo,
hacer un concierto cultural,
somos los mismiticos ángeles cantando
me va a decir que es mundanal!
“Ay, San Cayetano
no te queremos importunar,
déjanos cantar algo profano,
si yo sé que te va a encantar!”

Todos veíamos atentos
desde afuera la corrida.
Ninguno se veía muy ducho!
en aquello de torear.
Qué presentación más discutida!
Pues que allá se agarren otros!
nosotros veníamos a cantar.

No nos presentamos en el templo
por la famosa ley eclesial,
nuestro escenario entonces sería,
nada menos que el salón parroquial.
Tanto alejamiento se debía
sin mucho especular,
a que el machacado concierto,
pues tenía un aire popular.
Ahí orilladitos en la cocina,
nos tocó vocalizar.
Fue cosa difícil,
Salchichón en gallo, picadillo
Arroz con leche y fresco,
A seiscientos la piña,
Servido a trescientos el tamal,
Me dijeron no sea clavo!
Compre, hay que cooperar!
Yo muy reservada,
sin poner un cinco esperaba,
que me dieran de todo
y hasta pa´llevar.

Esperamos tranquilitos,
que acabara la misa.
Qué padrecito pa’ durar!
Unos más serios,
otros muertos de la risa,
con un chiste tras otro,
dejamos el tiempo pasar.
Ya pasaban de las ocho,
la impaciencia es general,
nos dieron la orden precisa,
de que va a empezar el recital.
Que nos oiga el Padre cantando!
Hagámosle un bullón ¡
talvez así abrevie la recolecta
o el sermón.
Una canción tras otra,
empezamos a cantar.
La gente llegaba timidona,
nosotros teníamos mucho de esperar,
pa’ peores desde la puerta se excusaban.
Perdonen!
¡ mucho no me puedo quedar!
No se preocupe pase adelante!
Aunque sea un ratico,
Quédese a escuchar!

Después de la tercera
aquello estaba a reventar.
Otra! Otra! Nos pedía la gente
Lo que fuera pa’bailar!
Invierno en el puerto?
“Muy errendéra”?
Cual, cuál? se quieren animar?
Ay, directora esa partitura?
Cómo se nos fue a olvidar!
Para estas piezas,
en especial,
nos hacia mucha falta entrenamiento.
Iba a ser un berenjenal,
echársela sin partitura
y de memoria,
y sin ningún calentamiento.

Ña Lupe,
nuestra directora,
no dejaba impaciente,
ni un segundo de ver la hora.
No veía el momento de
dar culminación,
aunque para lograrlo ella tuviera,
que capiarse la decoración.
Un ramillete de cintas viejas
y bombas de color,
que le pegaban en la cara,
si se acercaba mucho
al lado del tenor.
De pronto¡ muchas gracias! Dijo:
por poner tanta atención!
Esperamos que muy pronto,
talvez en navidad,
con otro repertorio,
nos hagan otra invitación.

Esto si mal no recuerdo,
ocurrió allá por el dos mil ocho.
Siglo veintiuno, una gran civilización ¡
En aquel momento aunque le sorprenda,
la Iglesia continuaba subsistiendo,
con semejante prohibición.
En aquella circunstancia,
si me preguntaban,
ni yo le tenía explicación!.
Esperé que con los nuevos tiempos
La Iglesia se encontrara de frente,
algún día con la modernización.

La vaina es que yo,
ni siquiera lo discuto.
A mi el asunto ni me viene, ni me va.
No es que no le dé importancia,
Es que yo no me meto con naide,
allá cada quién su realidad.
Yo hice con mis gϋilas mi parte,
de a como me enseñaron, enseñar.
Les instruí que en este mundo tan sabroso
y tan ricamente desigual.
Hay una palabra clave…
Que’s simple y llanamente
TOLERAR.

El antes, el durante y el después

Creado el 16 de agosto del 2008


por Eugenia Mesén


En esta fecha, volvimos a Coronado. Conforme se acerca la hora todos empezábamos a llegar, se llevaría a cabo la inauguración del Salón Comunal. Aparte de los saludos de costumbre, los besos y abrazos vienen y van, como cuando se va reconociendo a la familia, un cómo estás o cómo te fue con aquello ¡? Para no perder detalle de los últimos dos días en que no nos vemos después del ensayo del jueves.

Sin mucha tardanza revisamos el programa, que cada pieza quede ocupando el orden correcto en la carpeta, así evitamos que en media presentación suene aquello como chupadero de caña al momento de buscar la partitura.
El concierto de hoy tiene un repertorio en su mayoría popular, cantaremos “moliendo café”, “tristeza”, “prende la vela”, “pampa”, “bella”, dos piezas sacras “Ave verum” y “Alleluia” para no alejarnos de la bendición celestial y los estrenos de la tarde “ Muié renderá” y “Se equivocó la Paloma”.
Con esta palomita! Ha pasado de todo. Ya sea al ensayo o al concierto, los hombres nunca la fallan en llevar, algunas mujeres la dejan olvidada, otras de memoria bien la pueden recordar, por accidente a alguien se le moja y entonces no la puede usar, alguna la pide prestada mientras tanto, sólo para ensayar. Me advierten que si duda mi paloma, mejor pregunte qué hacer -¡Cuánto lo siento es que el jueves no pude ir a ensayar!- Lupe mejor me la canta rapidito, y en el vuelo, en picada, la logro agarrar! Me preocupa que durante el concierto no sólo meta yo las patas, o que me vaya a ir de buche hasta el flequillo? Si en algún aleteo me equivoco, les prometo de inmediato, cerrar lo más pronto que yo pueda… mi piquillo!

Tenemos una hora antes de la presentación. Sentados a lo largo de la mesa, elegantes de negro vestidos, a pierna cruzada, tomamos té de jengibre cargadito y saboreamos chocolates con almendra. Conversamos del arte del canto y sus menesteres, del que no pudo almorzar, del que viene tarde o del que no va a llegar, del corte de pelo, de los aguaceros, de los esbarrumbos, y menudencias así por el estilo. Refinados, con un porte que se podría apreciar en la más distinguida aristocracia, en ese momento, le puedo asegurar, que podríamos estar en un café, una tarde de verano, en una calle de París y sin desentonar.

Al fondo en la cocina, se oyen los preparativos. Entran y salen por la puerta. –“Qué faltó azúcar, que no hay servilletas!- Alguna taza rebotando por el piso, el chorro de agua del fregadero llenando el percolador, un tenedor picoteando el suelo y alguien que se queja del dolor de espalda, lleva varias noches con un “aigre” que no es jugando!
Ya me huele a cafecito fresco. Servirán queque de zanahoria, sanguchito de pepino y no quiero ser delicada, pero espero que sea de pollo la empanada.
No pueden faltar los confitillos chinos de jengibre, Juanka ya los empieza a repartir.
Se reparten las bufandas, esta tarde sopranos de amarillo, contraltos con el rosa, tenores de verde y bajos con el azul. Haremos un ensayito rápido, para no perder durante el vuelo a la paloma. Cada cuerda se apartará luego para vocalizar. Todos venimos de mundos diferentes, sin embargo nos enganchamos aquí durante tres horas y hasta más, para darle forma al cuerpo completo del prestigioso Coro Alfa y Omega.
Hay aún muy poca gente, el concierto es una ceremonia a pesar de la informalidad, mientras la encargada nos presenta como si fuéramos los primos que vinimos a cantar en la sala de su casa, desde afuera Lupe como si estuviera en el zaguán, la anima a que siga hablando para que le dé tiempo a la gente que sigue llegando.
Empezado el concierto, desde el inicio hasta el final no podemos ni parar, las instrucciones son precisas, -¡aflójense, síganme, échense al agua que yo floto¡ -qué alentador!- Como siempre en el público tenemos de todo, desde la persona que sabe todas las respuestas a las preguntas geográficas que Lupe hace, la chiquilla que baila que se intimida cuando ya se le pone atención, la que se entusiasma, la que no expresa absolutamente ninguna emoción y hasta bosteza, hasta la abuela que no se conforma con escuchar al coro y se atreve a pedir que cante Lupe.
Después de que hemos logrado recorrer salvos de orilla a orilla el concierto, ya relajados, de nuevo sentados a la mesa, esperamos a que nos sirvan el refrigerio. Alguien por ahí le coquetea a la mesera, que a duras penas retiene en la memoria que en ese lado de la mesa son cinco cafés y dos frescos. -“ Mamita traiga lo que quiera, aquí nosotros nos repartimos, no se preocupe! La cosa es que traiga algo! Porque con la garganta seca viera qué difícil que´s tragar!-.

Muchos pensarán que el aplauso del público es nuestra recompensa final, PERO NO!
Ese aplauso es tan sólo una parte de nuestro gran premio. La verdad es que la satisfacción del deber cumplido, nos la da el pelómetro de Lupe cuando de 1 a 10, marca hasta 18 y en el “adoramos” marca hasta 23!
Cuando nos sonríe, aliviada o sorprendida. Cuando aunque haya tenido que sudarla, ve su esfuerzo, a veces su pesadilla! convertida en sueño, en camino de hacerse, por fin, una realidad.

En esta oportunidad, no dudo en decir, que lo que más me ha gustado es que muchos buscan anécdotas para mí, indicándome entre risas que la ocurrencia estuvo buenísima y que no la puedo dejar de escribir. “Todo lo que digan puede ser usado en su favor o en contra”, hago el chiste con algunos. De ahora en adelante, será algo que ya no podré evitar.
-¿Qué tendrá esta mujercita en la cabeza?- Algunos me preguntan -“Apenas estoy empezando -les digo- ni se imaginan todo lo que me falta por contar ¡”-.